sometimes, somewhere, it could happen.24




miércoles, 21 de noviembre de 2012

cuando cuentes hasta diez

Es el último dia que voy a ver el sol desde tu ventana. Tiene gracia que la primera vez que entre aquí fuera de noche.
Aquella noche, no pude evitarlo, me enamoré de tu sonrisa. Esa sonrisa perfecta, que me había cegado. Era como si todas las obras de arte quedaran reducidas al más mínimo garabato al contemplar la belleza de tu sonrisa.
Mientras hablabas, no parabas de agitar las manos, yo me había quedado hipnotizada  en ti,  en tus ojos, en tu ser. Jamás había sentido ese deseo por nadie. Sentí como si mi corazón se reprimiera, como cuando el agua se aleja unos metros de la orilla, porque está preparándose para algo fuerte, el tsunami.
Así entraste tú en mi vida, como una de esas olas que llegan y arrasan con todo. De esas imposibles de predecir, que hacen que mientras el agua se retrae hacia el mar quede un paisaje maravilloso. Pero lo peor viene después, cuando la ola ya ha pasado y ha devastado todo. Estabas nervioso. Te aseguro que yo también.
Y sin embargo, mientras un millón, dos, cien millones de hormiguitas recorrian mi cuerpo por dentro, al mirarte sentía más tranquilidad que en toda mi vida.
Desde entonces creo en las casualidades, pero también he aprendido que después de la tormenta no llega la calma, sino que es la tormenta la que invade la calma. Puedes ser la persona más feliz del mundo, que en unos instantes estarás abajo del todo, lamentando tu ascenso.
Que bonita fue aquella noche, aquel primer beso en los labios, tus ganas de más contrarrestandose con las mias de hacer las cosas bien, despacio. Intentando alargar algo que era inevitable, tratando de retenerte el mayor tiempo posible como si fueras mi propia alma, fusionandonos en uno mismo del mismo modo en que lo harían el fuego y el hielo en el fin del mundo.
Y miranos ahora, uno frente al otro, tratando de reprimir el impulso de abrazarnos. Tenía tantas ideas sobre nosotros, habíamos hecho tantos planes que ahora son nada.
Intento no mirar tu sonrisa. No quiero mirarte a los ojos, no quiero que hables. Solo con escuchar una palabra, volvería a enamorarme.
Apenas nos hemos mirado a los ojos, antes no podíamos evitarlo.
Al entrar al cuarto de baño, he visto que mi cepillo de dientes sigue junto al tuyo. Inconscientemente, he recordado la manera en que cada mañana tenía que decirte que te habías vuelto a dejar pasta de dientes en los labios. Y al final acababas manchando los míos.
No he podido evitar preguntarme, ¿porqué no has tirado mi cepillo de dientes? Han pasado 27 días desde que nos separamos. Has visto mi cepillo de dientes durante 27 días seguidos, y no me creo que no te hayas acordado de mi cada una de las veces. Pero no lo has quitado, ahí sigue.
Puede que no te hayas dado cuenta, o quizá me eches de menos. Sé que me echas de menos. Y lo sé, porque no has movido nada desde que me fui. Ni siquiera has quitado nuestras fotos. Y eso solo puede significar que me echas de menos. Que deseas que todo sea justo como hace unos meses. 
Tu no lo sabes, pero yo también te echo de menos. A cada cosa que hago, te echo de menos. Cada instante. Todo me recuerda a ti.
Cada rincón de esta maldita ciudad me recuerda tu necesidad. Me faltas.
Pero no quiero que pienses que necesito tu protección. Porque no la necesito. Incluso separados, sigo siendo fuerte.
Después de cada una de nuestras peleas, estaba segura de que siempre volverías a mi. Ahora sé que no. Que siempre hay una vez en la que ya no se puede volver.
Cogiendo las últimas cajas, lo último que quedaba de mí en tu casa, he entendido la barrera entre el antes y el después.
Ahora somos el antes, nosotros somos antes. No tenemos después. Me llevo todo lo que quedaba de mi aquí, pero sé, que una parte de mí todavia reside en ti. Y no estoy hablando de algo material.

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