Lo sé, puedo llegar a ser la persona más borde del mundo. Lo sé porque me lo han dicho prácticamente desde que tengo consciencia. Y no hay remedio para esto. Es como una enfermedad crónica, que a pesar de todo, no importa lo que pase, seguirá conmigo. Quizás puedo esconderlo durante unos días, incluso meses, pero al final reaparece.
Tengo miedo a sentir, ¿existe un nombre para eso?. Soy incapaz de sentir emociones que yo misma no puedo controlar, me es imposible. Una vez me prometí a mi misma que la próxima vez me dejaría llevar, me dejaría sentir, pero no lo conseguí. Es como si en el momento en que se despierta algo desconocido en mí, mi cabeza mandara miles de soldados directos a mi corazón, armados con corazas y con las lanzas más afiladas, dispuestos a terminar con esos sentimientos. Y yo misma lo noto.
Soy una guerrera, pero mi armadura es invisible. Nadie puede verla, pero ha quedado más que claro que la tengo. No pienso dejar que nadie atente contra mí, nadie podrá poner una bomba y hacer estallar mis emociones por el aire. Demasiado nerviosa, demasiado independiente. Demasiado yo misma como para dejar que alguien controle mi vida. Y hasta el momento, nadie lo ha conseguido, nadie ha traspasado esa barrera hasta el punto de exterminar a todos mis soldados.
Aunque puede que llegue un día, que recuerde esto, y no pueda parar de reír.
domingo, 13 de octubre de 2013
domingo, 6 de octubre de 2013
jueves, 3 de octubre de 2013
lo siento por ti si intentas olvidar a alguien que quisiste
¿Os habéis fijado en
lo bonito que se queda el cielo después de una tormenta? Es como si la fase
más importante de la vida de las nubes ya hubiera pasado, ya han hecho su
trabajo, su misión se ha cumplido, y ahora se van marchando, poco a poco, hacia
ningún lugar.
Lo mismo ocurre
cuando has amado a una alta intensidad, cuando has querido tanto a una
persona, tanto que regalarías cualquier parte de tu cuerpo sólo con
escuchar su eco una última vez. Nuestro corazón se queda entonces como una
especie de desierto, en el que por mucho que riegues, es muy difícil que
vuelvan a crecer plantas.
Y cuando eso pasa,
nadie ha pensado que ocurre cuando eso pasa.
En las películas de
Hollywood podemos ver como dos personas se conocen, se enamoran, y son muy
felices. Pero, ¿y cuando eso no ocurre? ¿que hay de las relaciones difíciles,
en las que apuestas todo a nada, en las que te dejas a ti mismo en algún lugar
para empezar a querer a otra persona? ¿Qué pasa con esas relaciones que te van
destruyendo por dentro a la vez que construyen un elemento común? De esas no
nos dicen nada. Porque no son bonitas, porque no interesa una historia en la
que a una de las partes se le hace insoportable la felicidad de la otra.
Pues a mi, es la
parte que más me gusta. Ahí es donde vemos que es lo que somos capaces de hacer
para alegrarle los días a alguien, para hacer que en esta vida pueda decir alguien ha dejado todo a un lado por ellos, alguien que no somos nosotros mismos, alguien independiente a nosotros, a quien
elegimos amar libremente ( o no tan libremente), alguien que se encuentra por
encima de nosotros, en la esfera de nuestra vida, en algún lugar protegido, con
llave, algún lugar que incluso queramos, nos es imposible abrir. Y la única
llave que tenemos, la única manera de conseguir acceder a esa esfera y suprimir
todo lo que contiene, es el tiempo. O eso es lo que siempre nos han dicho.
Pero no. Cuando te enamoras, o te desenamoras, ves que no es así. No puedes evitarlo,
pero a la vez no puedes olvidarlo. Quizás el problema no aparezca aquí, sino
antes, mucho antes, justo en el momento en el que nos dijeron, que con el
tiempo, aprenderíamos a olvidar.
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